Juan Moreno
Edificar.
Infundir en alguien sentimientos de piedad o virtud.
“El camino de la temporalidad apenas dejaría otra huella que el
envejecimiento de la carne si no sirviese para alimentar nuestra
relación con el espacio”,-escribe Emilio Lledó- y aclara que es
aquí donde el hombre ha sabido plasmar su presencia en el mundo de
lo real así como con el lenguaje da forma y contenido al mundo de
lo ideal. Nuestra presencia deja huella. Una huella que respira
más despacio. Sigue su propio compás aunque explote la burbuja
inmobiliaria arrastrando estándares, desahuciando funciones. En la
antigua fábrica de material de construcción cerámico de Almar
respira una huella. La infraestructura industrial otrora
resplandeciente, ha quedado obsoleta.
La fábrica está ubicada en un punto estratégico para la
reactivación territorial. Forma parte del sistema de
comunicaciones al que conectan otros dos recorridos en el entorno
del Vallès: el corredor biológico y la vía verde. Estas trazas
hablan de la voluntad aglutinadora del enclave. La propuesta es el
enlace entre los parques de Collserola y Sant Llorenç del Munt
mediante una red ciclable que completa un recorrido forestal y
agrícola. Resistencia y defensa ante la dispersión urbana mediante
su propio tejido. En la marca indeleble de las acciones
especulativas sobre el territorio el tiempo también habla de la
necesidad de continuar. Aunque el pasado no deje de ser nuestro,
ya no es como fue para otros, resulta inevitable una nueva mirada
que altera la secuencia de acciones. Entre inyectar y reconvertir
caben infinitivos infinitos. Si bien el primero habla de la
ósmosis con lo que ya existía y de convivencia comprimida; el
segundo nos ofrece al pasado como materia para retomar sus
capacidades. Se observan las naves desde las distintas vías y se
propone una infraestructura que pueda crecer según sea necesario
mientras la acción se centra en una franja mínima pero clave para
multiplicar sus efectos. La estructura prefabricada de hormigón de
las naves originales se refuerza para la nueva rampa de acceso que
desciende delimitando un espacio que se convertirá en el el atrio
central del proyecto.
No podemos detener el tiempo pero podemos contener su pérdida
encontrando el carácter de la materia. En Almar los cómplices son
ahora la topografía, las naves, la cerámica. La topografía, ya
transformada al ser también suministro, posee un valor industrial
que la propuesta utiliza para situar un bike park. Las naves ya
son materia, el uso para el que fueron concebidas desapareció y
ellas son la huella que ha fosilizado hasta cualquier futuro
posible. El tiempo como materia es conciliador, unifica, no nos
deja olvidar pero nos permite seguir adelante. La cerámica es el
pacto con él, fin y principio. El stock de material que quedara
sin salida construye los nuevos volúmenes. El carácter cosmopolita
de la propuesta en Almar reside en la capacidad de fluctuar entre
lo novedoso y lo conocido, el vínculo apenas perceptible entre sus
cualidades antes fragmentadas deja que la vida suceda. Para
colonizar o edificar cabe elegir entre invasión o respeto.
Edificar no es un verbo sucio. Vive refugiado en su acepción
inviolable, en la que habla de infundir sentimientos de piedad y
virtud. Así sucede siempre, la mano que alguien nos tiende es un
gesto que incluso podríamos no haber visto pero cuando reparamos
en él, nos habitará por más tiempo del que pudimos imaginar.
Edificar es un verbo que lleva años buscando refugio, desciende
sin prisa por la rampa de Almar o, ajeno al desastre, se mueve en
bicicleta por la antigua cantera.
Texto: Paula Bozalongo
Ficha Técnica
Recycling Almar
Autores:
Juan Moreno Romero, Siddartha Rodrigo Clua y Francesco Miele
2016